EVA EN LA HISTORIA: EL PARTIDO PERONISTA FEMENINO

Por gentileza de su autora, Julia Rosemberg, reproducimos el capítulo del exitoso libro Eva y las mujeres (Futurock ediciones) que relata la construcción del Partido Peronista Femenino que organizó con entusiasmo infranqueable y visión histórica Eva Perón.

El partido peronista femenino

La organización del partido femenino ha sido para mí una de las empresas más difíciles que me ha tocado realizar.

Sin ningún precedente en el país — creo que ésta ha sido mi suerte — y sin otro recurso que mucho corazón puesto al servicio de una gran causa, llamé un día a un grupo pequeño de mujeres.

Eran apenas treinta. Todas muy jóvenes. Yo las había conocido como colaboradoras mías infatigables en la ayuda social, como fervientes peronistas de todas las horas, como fanáticas de la causa de Perón.

Tenía que exigirles grandes sacrificios: abandonar al hogar, el trabajo, dejar Prácticamente una vida para empezar otra distinta, intensa y dura.

Para eso necesitaba mujeres así, infatigables, fervientes, fanáticas.

Era indispensable ante todo “censar” a todas las mujeres que a lo largo y a lo ancho del país sentían nuestra fe peronista.

Esa empresa requería mujeres intrépidas dispuestas a trabajar día y noche. (La Razón de mi vida)

Una vez sancionada la ley 13.010 sobre los derechos políticos de las mujeres comenzó la tarea de crear un padrón electoral que las incluyera. La ley Sáenz Peña de 1912 era la que había otorgado el voto secreto y obligatorio para todos los hombres mayores de 18 años. Por esa razón, el padrón de esa ley se basaba en el padrón de enrolamiento militar, que en aquel entonces era obligatorio. Como las mujeres no votaban y no hacían el servicio militar no estaban incluidas. Con la sanción del voto femenino en 1947 comenzó una ardua tarea que tenía un doble objetivo: por un lado, empadronar a cada una de las mujeres mayores de 18 años para que pudiesen votar, pero otra función importante era darles su libreta cívica, es decir, un documento que sirviera de identificación. Hasta ese entonces, los ciudadanos se identificaban con la libreta de enrolamiento, y la función de ciudadanos estaba ligada a la militar. A partir de la incorporación de las mujeres a la vida política, se cambió por la libreta cívica. En septiembre de 1948 desde el Estado se creó el Renaper, Registro Nacional de las Personas y empezó el proceso de empadronamiento masivo. Todo esto implicó que las mujeres no pudieran votar en las elecciones inmediatamente posteriores a la sanción de la ley sino que recién pudieron hacerlo en las elecciones presidenciales de 1951. En esos cuatro años se llevó a cabo este proceso de empadronamiento en todo el país. En paralelo, tuvo lugar un crecimiento enorme el liderazgo de Eva, que terminó de consolidarse con la creación, el 26 de julio de 1949, del Partido Peronista Femenino.

Ese día, el Partido Peronista, que existía como tal desde 1947, organizó la primera asamblea partidaria donde la cuestión principal fue la organización del partido. El objetivo era decidir qué espacio se les asignaría a los distintos sectores que integraban el peronismo: los hombres, las mujeres y la pata gremial. El 25 de julio se realizó la ceremonia inaugural de la Asamblea Nacional del Partido Peronista en el Luna Park a la que concurrieron 4.500 delegados y 1.500 delegadas. Era la primera vez que las mujeres compartieron una actividad partidaria con los mismos derechos y obligaciones que los hombres. Y Eva ya no ocupaba su lugar por ser la primera dama sino por ser la jefa política de un nuevo partido.

A partir del día siguiente los hombres y las mujeres peronistas trabajaron por separado. Las mujeres se reunieron en el Teatro Cervantes por varios días.

La jornada fue inaugurada por Eva con un discurso en el que explicaba la razón por la que debían formar un movimiento político femenino. Según Eva, las mujeres formaban parte de los sectores que habían estado excluidos en la historia argentina, sufriendo “las mismas negaciones e injusticias que caían sobre ese pueblo y sumado a ellas, la suprema injusticia de no tener derecho a elegir ni ser elegida”. Como diría tiempo después: “Nunca se nos había dado la oportunidad de emprender una obra constructiva al servicio de la patria y el pueblo”.

Además de constatar esa exclusión, a lo largo de este discurso Eva puso nuevamente en el centro de la relación entre clase y género, que comentamos anteriormente: “Compañeras delegadas a esta primera asamblea femenina peronista: los derechos del trabajador deben ser nuestra preocupación fundamental y diaria porque conforman la culminación de un estado social, económico, político y cívico superior para todas las mujeres de la patria”. Es por esto que “reclamamos un puesto en la lucha y consideramos ese derecho como un honor y un deber. Si nuestros compañeros se sintieron proletarios porque les fue negado el acceso a la propiedad y a una existencia mejor, y no gozaron más que de una ficticia libertad política regulada por la reacción y negada por el fraude, nosotras las mujeres fuimos menos libres y más explotadas. Si los trabajadores conocen la repugnancia que hay en comercializar el trabajo a bajo precio, considerándolo, no como el esfuerzo a través del cual el hombre se realiza, sino como una mercancía más en el mercado de consumo capitalista, esa repugnancia ha sido doble en la mujer. Y si al hombre se le impidió el goce total de la vida ciudadana, a la mujer laboriosa como él, más negada que él y más escarnecida que los hombres, se le negó también y en mayor proporción el derecho a rebelarse, a asociarse y defenderse”. Y daba un indicio de por dónde iba a pasar la tarea a partir de entonces: “nuestro movimiento para extender y popularizar la doctrina y obra del líder, cubrirá el país de centros y ateneos femeninos de educación y de cultura (…) ofreciendo a todas las mujeres peronistas los beneficios de la capacitación y la ampliación de su conciencia cívica, y fundamentalmente sobre la doctrina y el ejemplo del conductor de la nacionalidad”.

En las siguientes jornadas en el Teatro Cervantes hablaron alrededor de 200 mujeres por día, lo cual era un hecho muy poco usual para la época. Manifestaron sobre todo su adhesión al gobierno y especialmente a Eva. En el cierre del encuentro las propuestas fueron: que Eva fuera la presidenta de la organización que unificaba todos los centros femeninos, apoyar la reelección de Perón y efectuar un censo de mujeres peronistas en todo el país. Así, al terminar la Asamblea, el 29 de julio quedó creado el Partido Peronista Femenino, una gran organización política con estructura y dinámica propias, conducida únicamente por Eva.

¿Cómo se llegó a formar el Partido Peronista Femenino? Como ya dijimos, desde octubre de `45 se vivieron momentos de efervescencia política. Para la campaña presidencial de febrero del `46 se crearon una gran cantidad de «centros cívicos», que eran los espacios de militancia de personas que no pertenecían a un partido político o a un gremio. El peronismo era una fuerza política nueva que si bien se estructuró sobre el apoyo de partidos, sindicatos y corrientes ideológicas que ya existían, sumó a miles de personas que hasta ese momento no tenían filiación política. En ese contexto, y a pesar de que en 1946 las mujeres no votaban ni tenían derechos políticos, la gran novedad para esta campaña fue la creación de centros cívicos exclusivamente femeninos. También se crearon comisiones y comités femeninos dentro de los espacios masculinos tradicionales. Si bien no era un centro cívico, es interesante el caso del Centro Universitario Femenino formado en enero del 46. Organizó secretarías femeninas en todas las facultades y centros de profesores de todos los niveles. Como una de las primeras acciones de campaña, presentaron una proclama de nueve puntos en apoyo a Perón en la que expresaban la necesidad de otorgarle los derechos políticos a la mujer. Además, el 8 de febrero, junto con otras organizaciones, convocaron a las mujeres al Luna Park para apoyar la candidatura de Perón. Una de las fundadoras del Centro, Haydeé Frizi de Longoni, contó tiempo después que indujo su embarazo antes del 8 para poder estar en el acto del Luna Park previo a las elecciones.

Una vez que Perón accedió al gobierno, estos centros siguieron abiertos y se abrieron nuevos. Con la campaña por el voto femenino, comenzaron a surgir agrupaciones que respondían directamente a la figura de Eva, quien tenía un especial interés en que las mujeres se organicen. Al punto tal que cuando estos centros crecieron en número y por todo el territorio nacional, Eva comenzó a centralizar la información de todos estos espacios en la Junta Coordinadora de Agrupaciones Femeninas Peronistas, en en 1948 decidió comenzar a unificarlos bajo el nombre de Centros Cívicos Femeninos María Eva Duarte de Perón. Una vez sancionada la ley de derechos políticos de las mujeres, estos centros comenzaron a colaborar con la tarea de enrolamiento femenino que comentamos anteriormente. Entre otras cosas, repartían folletos y daban charlas para asesorar a las mujeres acerca de los pasos a seguir para obtener la libreta cívica. Algunos centros incluso estaban autorizados a realizar los trámites de enrolamiento de las mujeres. Es decir, antes de la creación del partido, muchas mujeres ya contaban con una actividad política. Esta fue la base sobre la que se conformó el PPF.

Un detalle sobre el que es importante detenernos: el PPF no fue armado como una rama más del Partido Peronista, lo que la hubiese colocado en un lugar secundario, sino que fue un partido en igualdad de condiciones que el de los hombres. Así, se formó un ente tripartito: Partido Peronista, Partido Peronista Femenino y CGT. En el documental «Las claves de la memoria» hecho en 1996, se entrevista a varias militantes del PPF, y allí muchas remarcan que «no éramos enemigas de los hombres», sino que eran compañeras que hacían las cosas aparte, «en igualdad de condiciones, ni atrás ni adelante». Muchas de estas palabras resuenan al discurso que dio Eva ante el Partido Peronista explicando el nacimiento del PPF: «yo no quiero a la feminista de Inglaterra que fue contra los hombres; quiero a las feministas que apoyan y luchan con el hombre para aportar valores«. Y más adelante: «yo quiero que vean en la señora del general Perón no a una feminista a la antigua, sino a una feminista moderna, que sabe lo que pesan los hombres y lo que pueden aportar las mujeres. No estamos en lucha de dominación de grupos. Estamos en la lucha para dejar una patria más grande, más justa y más feliz que cuando la encontramos«.

Esta estructura de dos partidos iguales dividido entre hombres y mujeres no era común por ese entonces. De hecho, no había casi otro caso en el mundo. Lo más similar era lo que Eva conoció estando de viaje en España cuando visitó en junio de 1947 a Pilar Primo de Rivera, una política española ligada al régimen de Franco, que fue jefa nacional de la Falange Femenina. Esta división de partidos según el género fue criticada en nuestro país. Por ejemplo, el Partido Socialista, que tenía una rama femenina, decía que en todos los países donde se había aprobado el voto femenino las mujeres se habían ido integrando en los partidos ya existentes, y que por eso no hacía falta crearles un partido diferente.

El radicalismo, por su parte, que era el partido más numeroso después del peronismo, en sus estatutos solo permitían a las mujeres tareas secundarias como las de propaganda. Sobrevolaba la idea de que eran «inmaduras» para las responsabilidades políticas. Una de las mujeres radicales que por ese entonces tenía mayor visibilidad era Clotilde Sabattini que ponía empeño en que el partido cambiara y aceptara a las mujeres en igualdad de condiciones y con la posibilidad de ocupar cargos directivos, pero nada de eso sucedió por esos años. Es interesante que en sus escritos, Clotilde al igual que lo había hecho Eva, tenía una mirada peyorativa sobre el feminismo inglés por su radicalización, dando cuenta de que era una lectura algo extendida en la época en nuestro país. Sin embargo, la diferencia es que para la radical las mujeres que serían capaces de trabajar por la igualdad y los derechos serían aquellas con suficiente cultura, aquellas con capital intelectual, de alguna manera la contracara de lo que proponía y hacía Eva.

¿Por qué si no había casi otras experiencias que emular, el PPF tomó esta forma de partidos paralelos dentro de un mismo movimiento? Según Carolina Barry, tuvo que ver con que el Partido Peronista tenía muchas internas y disputas hacia su interior. Integrar a las mujeres en ese espacio hubiese significado impulsar aún más la conflictividad interna. En este sentido, Eva y sus delegadas lo decían en varias oportunidades, el PPF tenía que conformar algo nuevo en la política, sin los vicios o errores cometidos por los partidos tradicionales. Y otro factor no menor en la decisión de construir un partido aparte estuvo relacionado al fuerte liderazgo que ya había construido Eva, a partir del cual poseía un poder impensado para una mujer a mediados del siglo. Semejante construcción política requería de una estructura a la altura.

Muy rápidamente el PPF logró consolidarse gracias al pulso febril de trabajo que le imprimió Eva. A diferencia del Partido Peronista, el PPF se estructuró a partir de una lógica de penetración territorial, para lo cual Eva eligió personalmente a 24 delegadas, una por provincia. Los criterios de selección de estas fueron muy subjetivos, ya que necesitaba que fuesen de su máxima confianza, le importaba que fueran leales y, claro, peronistas. En general eran muy jóvenes y podían ser obreras, artistas, integrantes de los centros cívicos femeninos, integrantes de la Fundación Eva Perón, maestras o profesionales.

Cuando en octubre de 1949 estas mujeres se enteraron de que habían sido designadas delegadas en alguna provincia, la reacción no fue positiva, muchas de ellas sintieron que no servían para hacer política y así se lo manifestaron a Eva. La veían como una tarea y un espacio ajeno y masculino. Pero Eva las convenció, a algunas de ellas con el argumento de que nadie sabe para qué está preparado hasta que no lo hace. Se ofrecía además a ayudarlas en todo, y si alguna tenía problemas familiares, Eva intervenía directamente. Un dato curioso es que salvo algún caso excepcional, las delegadas eran enviadas a armar y organizar el Partido Peronista Femenino a otra provincia distinta a la suya, con el objetivo de que no se creasen poderes políticos personales, sino que lo central fuese el partido. La primera tarea que tuvieron fue la de realizar un censo de las mujeres peronistas en todo el país, a la ve que intentar afiliar a las que quisieran, y si podían sumar nuevas simpatizantes a la causa. Muchas delegadas en los territorios fueron recibidas como las representantes de Eva y por eso fueron aclamadas. Incluso en algunas provincias se reunían con el gobernador, algunos de los cuales ponían recursos a su disposición. Cada una de ellas contaba con dos secretarias asignadas para que las ayudaran con su labor. Al comenzar era una estructura chica, ágil, centralizada en Eva y con un gran protagonismo de las delegadas.

Pero antes que nada, tenían que inaugurar el local asignado para que funcionara la sede central provincial. Así, entre el 29 de octubre y el 5 de noviembre de 1949 se abrieron 23 sedes centrales del PPF, una en cada provincia. A los actos de inauguración asistían funcionarios, legisladores, dirigentes del partido y público. La única que podía hablar en estos actos era la delegada. Si bien había una línea general marcada, lo cierto es que cada una escribía sus discursos. En las sedes debían llevar registro de todo lo que hacían y de todos los gastos. Además, tenían todos los papeles de lo que iban censando y afiliando. Una vez instalada la sede central en las capitales de provincias, comenzaron a avanzar por el resto del territorio y hacia los rincones más alejados, algunos de los cuales eran de muy difícil acceso. Las delegadas tenían que recorrer toda la provincia, llegando a los lugares más remotos y atravesando todas las dificultades. A partir de este avance territorial surgió la necesidad de nombrar subdelegadas que se ocuparan de porciones de territorios más pequeños, como los pueblos. Llegó a haber alrededor de 3600 que fueron primero preseleccionadas por las delegadas, y finalmente fueron elegidas por Eva. En su gran mayoría, tenían el mismo perfil que las delegadas, pero a diferencia de ellas, sí trabajaban en su propio territorio. Tenían como función profundizar la tarea de afiliación en un plano capilar y que cada mujer tuviera su libreta cívica para poder votar. Iban casa por casa buscando afiliar o en palabras de una subdelegada, «interesar a las mujeres en participar en política».

En un discurso que dio Eva frente a la Comisión Auxiliar Femenina de la CGT en el teatro Colón les digo a las trabajadoras: «a las compañeras que trabajan a diario, les pido que colaboren con las censistas y subcensistas, porque ellas no tienen más que una misión específica: la de censar para saber cuántas mujeres estamos enroladas en la causa peronista. (…) El censo peronista femenino tiene por finalidad, simplemente, la de enrolar orgánicamente a nuestras mujeres para saber cuántas somos y dónde estamos (…) La patria que el movimiento peronista femenino desea es la que se ah ido gestando en estos tres años de gobierno» y a la construcción de esa patria que debían aportar desde la organización, «a nosotras nos toca custodiar la bandera peronista desde nuestro puesto de vigías en el hogar, en el taller, en la calle, en la oficina o en las fábricas (…) Al fin de cuentas, la vida alcanza su verdadero valor no cuando se la vive de manera egoísta, nada más que para uno mismo, sino cuando una se entrega a la vida toda íntegra, fanáticamente, en aras de un ideal que vale más que la vida misma.

Las instrucciones que daba el partido a las delegadas decían que la afiliación debía ser persuasiva y voluntaria. Cómo lo lograban quedaba a criterio de cada una de las delegadas. A las mujeres que se afiliaban le entregaban un carnet verde. En algunas provincias las afiliaciones caían de a miles como en Tucumán en donde había muchas peronistas, pero en otras, como en La Pampa, recuerda la delegada Dora Gaeta que las «recibían a palos» porque no estaba bien visto que la mujer participara en política. Las censistas se enfrentaron a dos dificultades: el temor de las mujeres a lo desconocido (en esta caso la política), y por el otro, a la negación de los padres o los maridos a que sus hijas/esposas militaran.

Para enfrentar estas dificultades y para evitar que la entrada en la política de miles de mujeres resultase chocante, Barry interpreta que se lo hizo desde un discurso que buscaba no romper del todo con el lugar que venía manteniendo la mujer. Es por esto que en partes de la narrativa del PPF no se decía que estas mujeres hacían política, de hecho se pueden encontrar textos de Eva diciendo que lo que ella misma hacía no era política, sino acción social. Eva padecía en carne propia lo mal que era visto que una mujer participara en política y de alguna manera buscaba que no sucediera lo mismo a sus compañeras. Así, por ejemplo, las delegadas en los primeros encuentros que mantenían con diferentes mujeres, hablaban de movimiento y censo en lugar de partido y afiliación, vocabulario más netamente político.

Por supuesto que en los hechos las tareas que llevaban a cabo eran políticas. Los pocos historiadores que han destacado la fuerte politización que impulsó el peronismo en las mujeres, tendieron a proponer una antinomia: mientras en los hechos el peronismo produjo cierta ruptura, en el discurso sobre las mujeres se habría presentado un componente tradicional y conservador, que mantenía a la mujer en el rol que la sociedad patriarcal le imponía desde hacía tiempo. Y si bien ésta era una tonalidad que se repetía, lo cierto es que dentro del lenguaje que se utilizaba en el PPF se encuentran elementos muy disruptivos, haciendo más complejo el asunto, difícil de encasillar. Por ejemplo, una directiva del PPF santafesino en 1951 decía que había que: «intensificar la afiliación de todas las mujeres, sea cual sea la actividad de trabajo a que están dedicadas… llevarlas a la comprensión de la hora augural del peronismo, en que la mujer ha adquirido los derechos y tiene los deberes cívicos a los que no es lícito negarse a cumplir: advertir a las mujeres que en nuestra causa hay siempre lugar para una combatiente más y nos complacemos en contarlas entre nosotras desde el momento y en las circunstancias en que quieran colaborar (…)«. O incluso en la revista Mundo Peronista, en donde había una sección escrita por Eva dedicada a las mujeres del PPF, se pueden encontrar líneas como estas: «Hay que predicar el peronismo en toda ocasión: en la calle, en el mercado, en el almacén de la esquina, e casa, en todas partes. La «gente» de la oligarquía dice que es mala educación hablar de política cuando se está de visita en casa ajena. La mujer peronista no debe tener en cuenta esos prejuicios de la oligarquía. Mala educación era «vender la patria como ellos la vendieron». La política no es es para nosotras una mala palabra porque también la política fue dignificada por Perón». En el número anterior, entre las diez recomendaciones para la mujer peronista, una de ellas afirmaba «la propaganda que se haga debe ser realizada exclusivamente por la mujer. Pegar carteles en la calle no es indigno de ninguna mujer. Lo indigno es precisamente no sacar la cara…». Es decir, el discurso de la politización de las mujeres en el peronismo no era monolítico, contaba con elementos muy disruptivos como así también con otros de mayor componente tradicional. Pero incluso estos últimos, si seguimos a Barry, tenían la intención de proteger a las mujeres frente a la condena social que podía implicar su involucramiento en la política.

A pesar de las dificultades que tuvieron que enfrentar, rápidamente se fue conformando un partido de masas, con personal profesional y dedicado tiempo completo a sus funciones. Se convirtieron en un grupo de militantes identificadas con Eva de quien muy pronto copiaron sus gestos, sus modos de hablar. Tenían permanente comunicación con ella, viajaban cada 15 días a Buenos Aires o cada vez que las llamaba, para recibir instrucciones y pasar el parte personalmente de lo que sucedía en cada rincón. Además, debían enviar un informe semanal con lo hecho, con sus discursos y los recortes del diario donde aparecían. Eva tenía con cada una de ellas una relación muy especial, incluso maternal muchas veces. Cuando faltaban pocos meses para lea elección, Eva tuvo un contacto directo con las más de 3.000 subdelegadas. Viajaron grupos de entre 200 y 3oo mujeres a Buenos Aires para encontrarse con ella y con Perón. Las paseaban por los lugares más importantes de la ciudad y luego cerraban la gira dando discursos frente a Perón y Eva. No es hoy común, y menos en aquel entonces, que una mujer de pueblo sea recibida por el presidente de la Nación. Y menos todavía que ellas dieran discursos frente a sus líderes. Le daban mística y reforzaban las posturas de las militantes. Las delegadas respondían a esto con una dedicación total al partido, generando una politización de sus vidas privadas.

Tanto a las delegadas como a las subdelegadas la pertenencia al partido les cambió la vida: en la mayoría de los casos pasaron de ser mujeres de hogar» a ser cuadros políticos. La tarea de recorrer las calles, hablar con desconocidos, incluso en territorios que no eran del todo propios, fue una tarea completamente nueva que significó trascender el ámbito del hogar y volcarse al público. Trabajaban incansablemente, según algunas de las delegadas desde las 8 hasta las 20 horas, y al acercarse las elecciones el horario podía extenderse hasta la madrugada. Nélida de Miguel, por ejemplo, delegada de La Rioja, había trabajado en la Fundación y se había separado de su marido por el nivel de trabajo que tenía, donde no reparaba en horarios. Y esto era una profunda novedad en una época en la que no era habitual que , por ejemplo, las mueres salieran solas. La costumbre era que lo hicieran con los padres o con los maridos. Para darnos una idea: en esa época las mujeres no podían siquiera poner un negocio comercial propio. Para la mayoría de esas mujeres meterse en el mundo de la política significó romper la tradición que indicaba que sus madres, sus tías, su entorno de mujeres no participaban de la misma por que era el terreno de los hombres. Entonces implicó también un quiebre en sus propias genealogías. «La mujer parecía una sirvienta», concluye otra de las protagonistas del documental antes mencionado. Es por esto que no sorprende que a muchas de las que tomaron la decisión de participar en política se las acusara, literalmente, prostitutas.

Por todo esto, el rol de Eva fue alentarlas constantemente, como puede verse en sus discursos recurrentes, contrarrestar de alguna manera las dificultades o prejuicios que pudiera despertar su labor política: «Aprovecho para decirles a todas que cualquiera, aunque ocupe un cargo de secretaria o prosecretaria, se se sacrifica colaborando por nuestra causa, puede llegar a ser la futura dirigente del PPF. Sacrifiquémonos; no pensemos en horarios ni en nada. Estamos luchando por el ser o no ser de la Patria (…) Seamos unidad, yo quero que la mujer argentina logre algo, que llegue, que triunfe. La señora de Perón no quiere absolutamente nada para sí, sino que las mujeres tengan un arma poderosa en su unidad y que sean organizadas«. Pero no era solo una cuestión de palabras, con sus actividades, con su forma febril de trabajar, Eva legitimó con su propia cotidianeidad el ingreso de las mujeres en la política.

Además del trabajo en las calles, las subdelegadas pasaban buena parte de su tiempo en las Unidades Básicas que se crearon en todo el territorio: se llegaron a contar alrededro de 3600, es decir, un nivel de penetración muy amplio por todo el mapa nacional que fue logrado con una rapidez asombrosa. Eran las células base, o dicho de otra manera, las organizaciones barriales del partido donde se desarrolló la actividad política en contacto directo con las afiliadas. Estas Unidades Básicas eran dirigidas por las subdelegadas que contaban con la ayuda de dos secretarias y dos solaboradoras. A su vez, todas ellas repsondían a la delegada de la provincia, y en su última instancia, a Eva. Se trataba de un esquema de conducción política ordenado y vertical.

La apertura de las Unidades Básicas comenzó de manera masiva en enero de 1950. La infraestructura dependía del lugar donde estaban: las de capitales provinciales eran mejores y algunas hasta llegaron a tener salas de cine o teatro, pero eran las menos. En el reverso estaba el cuarto de la propia que algunas sudelegadas otorgaban para que funcionara a modo de Unidad Básica. Como nota al pie podemos decir que el uso de la casa significó una politización profunda del espacio privado. Esto es importante subrayarlo porque fue una de las grandes novedades de este proceso: la política entrando en el hogar, en las casas. El peronismo significó que las mujeres salieran de sus hogares y tuvieran una participación pública pero, además, politizó sus espacios privados. Esto también tuvo que ver con que por ese entonces la mayoría de las mujeres se autopercibían como amas de casa, porque era la terea que tradicionalmente la sociedad les asignaba, como parte del sentido común de la época. una gran innovación del peronismo, entonces, fue que la mujer en tanto madre/esposa también podía realizar tareas políticas, no era algo privativo de las letradas o las profesionales. Es por esto que la continuidad de alusiones al hogar no solo tenía que ver con una voluntad de «camuflar» lo disruptivo que era lo que estaba haciendo, sino que también funcionaba bajo este otro aspecto: la politización de lo privado.

Existía además, una regla importante: mientras duraba la actividad partidaria, los hombres no podían entrar, aún cuando fuera su casa. Al punto tal que una mujer podía ser expulsada del partido si hacía entrar a un hombre. Así lo decía Eva: «respetamos a los hombres que son compañeros de lucha y que luchan por ideales comunes, pero también queremos que se nos respete en nuestras unidades, en las que estamos luchando, leal y honradamente por el general Perón que es nuestro conductor«. Esto tenía que ver con permitir que las mujeres contaran con un espacio para hacer política sin sentirse condicionadas o inhibidas por un hombre Además , en las UB se hizo un uso muy vigilado de la información, estaba prohibido brindar ningún tipo de dato a cualquier persona externa y los libros y papeles eran guardados bajo llaves.

Las dos primeas Unidades Básicas del Partido Peronista Femenino se inauguraron el 27 de enero e 1950 en Capital Federal y en Ensenada, en la provincia de Buenos Aires, cerca de La Plata. En esta última Elena Caporale de Mercante, la primera dama de la provincia de Buenos Aires, dio uno discurso y dijo qué «incompleta hubiera sido la obra del peronismo si a la liberación económica del país, a la justicia de su legislación social y a la magna lucha recuperadora de la soberanía de la patria no se hubiera agregado la tan ansiada igualdad política de la mujer«. En Misiones, al inaugurarse una UB se entonó por primera vez la marcha «Evita Capitana», con la misma música de «Los muchachos peronistas», y que fue interpretada oficialmente por la delegada Juanita Larrauri que era, además, cantante de tango.

Además de afiliar a las interesadas, el objetivo político era atraer a las mujeres para que dejaran su hogar y participaran de alguna de las múltiples actividades que se desarrollaban en las UB,. Entre ellas, las capacitaciones. Se daban cursos de difusión cultural, capacitación en oficios y también se daba apoyo escolar para los hijos más chicos. Entre los primeros había cursos de dibujo, folklore, incluso en algunos barrios más pudientes se daban literatura. Respecto de los segundos, los cursos más comunes eran alfabetización, corte y confección, idiomas, taquigrafía, tareas del hogar. Para esto el PPF trabajaba en vínculo con la Fundación, que se encargaba de mandar a las UB las máquinas de coser para que se pudiesen dar los cursos, y a la su veza les compraba lo realizado para sus hogares. Y luego estaban las capacitaciones netamente políticas: capacitación electoral y lo que en esa época se llamaba «adoctrinamiento», es decir, cursos en los que se transmitía en qué consistía la doctrina peronista. También se buscaba poner en conocimiento las políticas que estaba llevando a cabo el gobierno, como por ejemplo, los planes quinquenales. La publicación Mundo Peronista que daba información en sus números sobre dónde se ubicaban los locales y las actividades que allí se realizaban, afirmaba sobre una unidad básica que «constituye toda una universidad puesta al servicio del Pueblo». Para unificar criterios respecto del contenido político de las capacitaciones se creó la Escuela Superior Peronista a principios de 1951, que abarcaba tanto al Partido Peronista Femenino como al Partido Peronista. Ahí se daban cursos de capacitación a los cuadros dirigentes de ambos partidos en igual número de varones y mujeres. Junto con un grupo de profesores, Perón daba clases de conducción política y Eva de historia del peronismo. Se hacían una seria de lecturas, y se juntaban una vez por mes. Para Eva estas capacitaciones debían servir además para después poder transmitir el conocimiento político a otras personas: «nosotras las mujeres peronistas debemos conocer la doctrina para enseñarles a nuestras hijos, a nuestros novios, a nuestros padres, a nuestros hermanos, para difundirla por todos los ámbitos de la patria».

La idea misma de que las mujeres recibieran y dieran capacitaciones generaba un quiebre. Por ese entonces había mujeres que estudiaban a Perón eran pocas y en general pertenecían a las clases sociales acomodadas. Los «conocimientos» que tenía una mujer eran fundamentalmente los ligados a ser esposa y hacer los quehaceres del hogar, romper con esta concepción para proponer a las mujeres como capaces de portar un conocimiento ligado a otras áreas que fueron siempre predominio del hombre, era un disruptivo.

Pero en las UB no sólo se afiliaba y se capacitaba. Si bien no era un objetivo del PPF, terminó sucediendo que muchas UB funcionaron como centros de asistencia social al llegar pedidos de materiales, ropa , colchones, etc. Para las personas de menso recursos, muchas veces, la UB era la primera instancia y más cercana a la que acudir para resolver sus necesidades inmediatas. Además, las subdelegadas, conocedoras de la realidad de su territorio, iban casa por casa no solo a afiliar, sino también a ver cuáles eran las demandas de estas vecinas, que después eran enviadas a la Fundación para que diera respuesta. A propósito de este entramado, en La razón de mi vida se puede leer lo siguiente: «Los “descamisados” no distinguen todavía lo que es la organización política que yo presido de lo que es mi Fundación… (…) Ellos mismos, mis descamisados, son los que han creado en mis unidades básicas una nueva función: informar a la Fundación acerca de las necesidades de los humildes de todo el país. La Fundación atiende estos pedidos haciéndoles llegar directamente su ayuda. Esto me ha sido duramente criticado. Mis eternos supercríticos consideran que así yo utilizo mi Fundación con finalidades políticas… ¡Y… tal vez tengan razón! Lo que al final aparece como consecuencia de mi trabajo es de repercusión política… la gente ve, en mi obra, la mano de Perón que llega hasta el último rincón de mi Patria… y eso no les puede gustar a sus enemigos… Pero… ¿puedo yo desoír el clamor de los humildes, cualquiera sea el conducto por el cual me llegue? Si alguna vez los partidos que se oponen a Perón me enviasen algún pedido de algún descamisado también la Fundación acudiría allí donde fuese necesario.
¿Acaso alguna vez la Fundación ha preguntado el nombre, la raza, la religión y el partido de alguien para ayudarlo?
«.

Por todo esto, el PPF se convirtió en la parte más vigorosa y activa del peronismo, y fue una forma exitosa de movilizar de manera masiva a las mujeres. Fue además el medio a partir del cual el peronismo logró reconocer a las mujeres como sujetos políticos de pleno derecho: ciudadanas y trabajadoras. En este sentido el estatus público de la mujer se fortaleció, más allá de que discursivamente mantuviera algunos elementos tradicionales.

Para finalizar este apartado, una anécdota que cuenta Nicolás Rivas, que le fue transmitida de manera oral por su abuelo, Pedro Rivas, dirigente peronista de la sexta sección electoral en la provincia de Buenos Aires durante los gobiernos peronistas: «En una ocasión me relató lo que sucedió en el último de los tres encuentros personales que tuvo con Perón en la casa de gobierno en la Cuidad de Buenos Aires. Por su actividad de diputado provincial se entrevistó con el presidente para plantearle cuestiones de la región. Al promediar esa reunión (que debió haber sido en el año 1949 o 1950 seguramente) ingres Eva Perón a la oficina donde estaban reunidos y le pregunta por qué no estaba mi abuela en ese encuentro, Francisca «Tita» Llull, representante del Partido Peronista Femenino de la provincia de Buenos Aires en el distrito de Saavedra, Pigüé. Y mi abuelo, según me relata, le dijo que no sabía que tenía que venir, que estaba esperándolo en el auto. Acto seguido Evita le dice «ay, estos dirigentes peronistas que todavía no entendieron que las mujeres estamos en política…» y se retira de la reunión. Cuenta mi abuelo que es fue el último encuentro que tuvo con Perón«.