Sin Cristina no hay justicia social ni feminismo popular

Los paros internacionales de mujeres, lesbianas, trans y travestis nos permiten visibilizar el mapa de la desigualdad del trabajo en clave feminista.

Por Daiana Benítez
Por Daiana Benítez

Feminismo Popular | Lealtad

Decidimos parar porque nuestra vida ha estado trazada por violencias y exclusiones que nos han invisibilizado como sujetas históricas, sociales y políticas. La deuda es con nosotras y nosotres, fue el grito del #8M de 2022. Con esto no sólo nos referíamos al préstamo de 45 mil millones de dólares tomado por el macrismo que no vimos reflejado en nuestros salarios, nuestros barrios, nuestros centros de salud ni en los precios o políticas públicas. Desde esta perspectiva feminista, la deuda se trazó en un doble sentido. En primer lugar, la deuda con las mujeres y el trabajo (regularizado, migrante, precarizado, doméstico, comunitario). En la Argentina, la participación de las mujeres en el mercado de trabajo creció enormemente desde mitad del siglo pasado hasta hoy aunque de manera desigual. Si bien el ingreso al empleo formal ha ido incrementándose no podemos dejar de ver que muchas, también, hemos ingresado a trabajos precarizados e informales donde los salarios dignos escasean. Esto, sumado a la falta de alineación entre salarios y precios nos empuja a situaciones de constante incertidumbre económica y también de violencia que atraviesa nuestra vida cotidiana.  

No podemos obviar que aun adquiriendo derechos y avanzando en la vida pública y política, lo que continuó casi igual es la participación en las tareas domésticas. Esto representa la segunda deuda con las mujeres. Se dice que es por amor, nosotras decimos que es trabajo no pago. Esta frase tan conocida que decimos las feministas pone en valor las tareas de cuidado que realizan las mujeres, que no solo son no remuneradas sino también no reconocidas como el aporte que significan en la vida social y productiva. En nuestra agenda, antes que el cuidado de nosotras mismas, se encuentran las tareas de crianza que realizamos, cuidando hijxs, madre/padre, pareja. Esta feminización es característica de las economías populares por la presencia mayoritariamente de las mujeres, que son las que paran la olla y las que representan el principal sostén familiar. El trabajo doméstico, además de no ser pago, se impuso como un mandato a las mujeres volviéndose casi un atributo natural de la personalidad femenina. Este mandato, además del costo mental que genera en términos de sobrecarga de trabajo y precarización económica, insume un tiempo que las mujeres no pueden usar para estudiar, trabajar por un salario o desarrollarse profesionalmente.

El peronismo no sólo ha desendeudado a nuestro país (como hizo Néstor el 3 de enero de 2006 cuando canceló la deuda con el FMI). También, los gobiernos nacionales y populares han ensayado diferentes alternativas para valorar económicamente estos trabajos domésticos y las tareas de cuidado y así saldar la deuda con las mujeres. Allí donde Evita reconocía una asignación mensual para la mujer desde su matrimonio, “un sueldo que pague a las madres toda la nación y que provenga de los ingresos de todos los que trabajan en el país, incluyendo a las mujeres”, Cristina lo materializó en las jubilaciones para amas de casa, la Asignación Universal por Hijo/a (AUH), la Asignación Universal por Embarazo (AUE), que vienen a equiparar las tareas de cuidado con las que se realizan fuera del hogar. Ejemplos como el anterior son una de las tantas medidas que las dos mujeres más importantes de la historia política de nuestro país han puesto a disposición del pueblo para construir una patria con justicia social. Esas mujeres que han generado tanta felicidad en el pueblo, también han vivido, y aún lo viven, el más profundo odio de sectores opositores.

Esto nos parece central porque es en esta clave que tenemos que interpretar el ataque a Cristina. Lo/as que persiguen a Cristina la persiguen por ser la representante de las grandes mayorías, por no haberle temido a los grupos de poder, por ser garante de nuestros derechos y hacedora de nuestras demandas. La persiguen porque saben que es la  única alternativa para una sociedad más justa, igualitaria y feminista. Cristina, nuestra líder indiscutida, fue hace unos meses víctima de un intento de femimagnicidio, en un escenario en donde los discursos de odio, el hostigamiento y la persecución mediática y judicial fueron cada vez más exacerbados y sistemáticos, y de una violencia política que conlleva su proscripción para las próximas elecciones. Este ataque sistemático se debe en primera instancia a su condición de género, pero también y principalmente a que es la líder política indiscutida de un proyecto político que aboga por mejorar la vida de las mayorías y porque es la única que se enfrentó al poder real para una real redistribución de la riqueza. Entonces podemos decir que su proscripción no sólo significa indiscutiblemente un ataque a nuestros derechos –a los ya conquistados por el movimiento feminista y por la mayoría del pueblo y a los que podemos conquistar– sino que implica también la imposibilidad de construir la Argentina con justicia social, soberanía política e independencia económica por la que militamos.

Este 8M paramos porque la deuda es con nosotras y nosotres, por una reforma judicial feminista, por las que no están, víctimas de femicidios y travesticidios. Paramos porque cada una de nosotras es Cristina. Salimos a las calles por ella, por nosotras, por todas. Y porque sin Cristina no hay justicia social ni feminismo popular.

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