La regulación contra los discursos de odio

Por José Luis Zerillo
Por José Luis Zerillo

Abogado, magister, dirigente FDT

A partir del intento de magnicidio de Cristina Fernández de Kirchner, cierto sector de la dirigencia de la Argentina (política, mediática, empresarial) se ha opuesto fervientemente a discutir toda posibilidad de regular los discursos de odio en el país, desoyendo un vasto análisis en la materia que viene desarrollando Naciones Unidas.

Antes, decir que la Corte de EEUU, hace ya más de 50 años, en “Brandenburg v. Ohio “se expidió sobre la posibilidad de regular y sancionar los discursos de odio. Así, la Corte Suprema Norteamericana creó un estándar conocido como la prueba de Brandenburgo, sobre la base de tres elementos: intención, inminencia y probabilidad. Cumplidos los mismos, el gobierno puede restringir el discurso que probablemente cause una actividad o acción criminal inminente. Y así, una ley que prohíba el discurso que tenga la intención de causar violencia inminente u otra actividad delictiva pasará la prueba de Brandenburgo y se considerará constitucional.

Pero volviendo al Sistema de Naciones Unidas, en oportunidad de promulgarse el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), las naciones específicamente establecieron que la promoción del odio no gozaba del amparo de la libertad de expresión, al sostener en su art. 20 inc 2. “Toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituya incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia estará prohibida por la ley.”

Coherente con su posición desde antaño, más cerca en el tiempo en el 2012, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos elaboró el Plan de Acción de Rabat sobre la prohibición de la apología del odio nacional, racial o religioso que constituye incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia. Las conclusiones procuran:

Lograr una mejor comprensión de los esquemas legislativos, las prácticas judiciales y las políticas relativas al concepto de incitación al odio nacional, racial o religioso, y al mismo tiempo velar por el pleno respeto de la libertad de expresión y asimismo alcanzar una evaluación exhaustiva del estado de aplicación de la prohibición a la incitación al odio, de conformidad con el derecho internacional de los derechos humanos.

Ello motivó que posteriormente en el 2019 se dictara la Estrategia y Plan de Acción de las Naciones Unidas para la lucha contra el discurso de odio, definiéndolo como: cualquier forma de comunicación de palabra, por escrito o a través del comportamiento, que sea un ataque o utilice lenguaje peyorativo o discriminatorio en relación con una persona o un grupo sobre la base de quiénes son o, en otras palabras, en razón de su religión, origen étnico, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otro factor de identidad

Y por último, hace semanas nomás, el 18 de Junio del 2022 se conmemoró el Primer Día Internacional contra los discursos de odio, emitiéndose una nueva directiva, que procura crear un enfoque global para combatir los discursos de odio, y por el cual se convocó a:  Las personalidades públicas, los periodistas, las organizaciones de medios de comunicación y las autoridades deportivas nacionales, para ser sensibilizados sobre su papel como formadores de la opinión pública, utilizando las herramientas que la Oficina de Derechos Humanos de la ONU ha desarrollado para replantear las narrativas y liberarnos de lo que se ha convertido en una retórica predominantemente negativa y a menudo tóxica.

En resumen, la Organización de Naciones Unidas hace años viene alertando sobre los discursos de odio que constituyen un discurso de ellos o nosotros. La elaboración de una otredad negativa estigmatizada, que luego permita y legitime aplicar aislamiento, hostigamiento y violencia.

Queda claro de los trabajos de los expertos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que la libertad de expresión, implica más discurso, más voces, no menos. Y que el camino que los discursos de odio nos garantizan, es que haya menos discursos, menos diversos, tanto de oficialismo como de oposición, sin distinción del rol que circunstancialmente toque. Está claro que la responsabilidad no es solo de los medios de comunicación, pero sin el compromiso de ellos para acallarlos, no se logra.

Luego de lo vivido estos últimos días y del límite atravesado sin parangón desde la recuperación de la democracia, corresponde avanzar en un fuerte compromiso de la sociedad en su conjunto que revierta las condiciones sociales que lo provocaron. La violencia política debe ser rápidamente desterrada. Como dice aquella frase atribuida a Albert Einstein “Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”.

, , ,